En México, niñas, niños y adolescentes continúan siendo utilizados como “fuerza de trabajo reemplazable” por parte del crimen organizado, denunció la organización Reinserta.
En México, niñas, niños y adolescentes continúan siendo utilizados como “fuerza de trabajo reemplazable” por parte del crimen organizado, denunció la organización Reinserta.
Bajo el mote de pollitos de colores —término con el que algunos grupos delictivos se refieren a menores utilizados para vigilar, informar o ejecutar órdenes—, según la ONG, la infancia se ha convertido en uno de los rostros más invisibles y trágicos de la violencia criminal en el país.
De acuerdo con datos recopilados por la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), entre 145,000 y 250,000 menores se encuentran en riesgo de ser reclutados por grupos delictivos. Según se detalló, el fenómeno no es nuevo: ya en 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) documentó casos de reclutamiento entre niñas y niños de apenas 9 a 11 años.
En 2024, se registraron en promedio 28 desapariciones diarias de personas menores de edad, según cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
“Este trabajo deja clara una realidad que persiste: el reclutamiento no es un hecho aislado, sino una práctica sistemática que arrebata la infancia y los proyectos de vida de miles de infancias y adolescencias”, se denunció a través de un comunicado.
Para conmemorar el Día de las Infancias, el pasado 30 de abril, la organización lanzó el cortometraje Nunca fuimos niños, una pieza que busca visibilizar las historias reales de menores víctimas de esta violencia.
“Este corto es un llamado urgente a reflexionar colectivamente sobre lo que estamos permitiendo como sociedad”, señaló la ONG.
Hechos recientes como el caso del rancho Izaguirre han permitido documentar la participación de menores en actividades delictivas y demuestran que el problema continúa sin atención estructural.
Las causas detrás del reclutamiento, advirtió Reinserta, son la desigualdad, abandono institucional, impunidad y una cultura de violencia profundamente arraigada.
Debido a este panorama, la ONG propuso una serie de medidas para frenar este tipo de acontecimientos en la población menor como tipificar el reclutamiento de menores; cambiar el abordaje institucional del fenómeno y diseñar e implementar rutas claras de prevención.